viernes, 1 de marzo de 2013

PONIENTES


PONIENTES, 
la continuidad del límite.



"Si para todo hay término y hay tasa

Y última vez, y nunca más y olvido
¿Quién nos dirá de quien en esta casa,
Sin saberlo nos hemos despedido?"
J.L Borges. (Límites)


Aceptamos la certidumbre de los finales tan sólo por la tácita sospecha de intuir que todo presunto término encierra, a su vez, una durabilidad en el ocaso. Resistencia al desaparecer,conjuro de la disolución; ese esfuerzo da significación a lo que queda: las huellas, las ruinas,la herrumbre, son a su modo continuidad fragmentada, evidencias, rastros que dan cuenta de una realidad que, aún no obstante haber llegado al límite, persiste en una frontera en la que se configura una cierta historia de las cosas y de los objetos ó se vivencia las sensaciones que allí tuvieron lugar. Es de alguna manera esa eternidad del color de la rosa que Borges descubre en su fugacidad, es también ese eterno retorno que Nietzsche intuye en aquellos momentos de la existencia que quedan y vuelven una y otra vez como una voluntad del regreso.

Entre los límites ó más allá de ellos, las imágenes de Ponientes, develan la otra frontera en cuyos parajes se reconfigura lo que fue con lo que ahora es, para adelantar un porvenir con lo logrado mediante la acción performática. Las fotografías entregan a nuestra mirada el testimonio de aquello que en las espacialidades perdura; lo experimentado en el lugar y lo captado visualmente,otorgan la revelación de un imaginario que pervive camuflado entre los espacios vencidos por el tiempo y recreado ahora por la intervención artística. Asistimos entonces a un desciframiento de los silencios que dan textura a las paredes, renuevan el fuego entre el horno abandonado o reviven la espera en una estación en la cual apenas si arriba el olvido. Las escenificaciones dialogan con las temporalidades insertas en la memoria del abandono y de las ruinas y en ese cruce entre la acción y lo silente, la evocación da vida a una nostalgia de lo que alguna vez fue y que retorna con el dejo de un ritual que deja oír un cierto canto no extraño a la insinuación de los lamentos.

Las obras asumen una presencia, denota esa presencia una intencionalidad, un propósito creativo. En la figuración del personaje femenino hay un alcance inmaterial, etéreo, que desdeña la corporalidad para errar entre los espacios, para poder ser en la ilusoria realidad de lo que rebasó sus límites. La mujer nos conduce con sus intervenciones a una ruta en dirección a las entrañas de los espacios elegidos e intervenidos, en ellos aparentemente hay un algo que se desmorona, a la vez hay un universo que retorna.

Los personajes de Ponientes desatan las historias inscritas en el papel de colgadura arañado por las horas, en el horno cuyo desuso genera el desconcierto, en el tren que no lleva ni trae a nadie en aquella estación de la desmemoria. Hilan, a su vez, entre las cuidadosas iluminaciones, los relatos que aluden a una espera sin esperanza, al derrumbe de un esplendor, a la persistencia de una época perdida. Tramas mínimas que hacen manifiesto el acontecimiento allí detenido e insinuado por el artificio escenográfico, se une este con delicadeza a la realidad temporal de aquellos espacios. En lo fundamental es una posesión de aquellos ecos, instantes, límites invocados por una teatralidad que genera el retorno de las sensaciones allí vividas. Drama momentáneo, fugaz, que capta e insinúa íntimas historias que el tiempo ha guardado entre sus cofres. ¿Estamos ante una expropiación del olvido que conlleva a habitar en aquellos parajes abandonados? ¿Duermen esos espacios o deambulan en paraísos de la expulsión? ¿Podemos transitar por estos recovecos? Preguntas así surgen al observar la recreación figurada en las imágenes de estos espacios que nos devuelven realidades atrapadas entre la intemporalidad, y se presentan, en virtud de la mediación de la obra, como recuperación estética de lo perdido.

Marco Mejía T